lunes, 4 de noviembre de 2013

Deseo vivo en la memoria



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Tras la cortina del deseo

se adivinan

los pies desnudos de mi amada.

Ella me sabe,

quizá me sueña en la luz esquiva

de la hebra del relámpago.

A veces oigo sus pasos

mientras me late en el pecho

la amargura.

Otras veces me roba los espejos

de mis manos,

los arpegios a mis dedos,

adivinando la sombra de mis sueños

tras la piel de fuego de su llama.

Tú me sabes, le confieso,

conoces la sed áspera de mi anhelo,

la atenta espera del que desespera

vigilando a todas horas

por lo tejados del alma

a la gata de pupilas de aire y agua...

Hay un arranque de tacones en la plaza.

Me vuelves a dejar varado

en el puerto sin el mar de tu recuerdo.

Ya olas y palomas duermen en tu ausencia

y el sexo de plata de la luna

se esparce como licor derramado,

-¡tantas veces ha ocurrido antes!-

sobre tu cuerpo de espuma y de arena.